¡Oh! inmaculada Virgen María,
bella y cándida azucena,
Virgen de la Medalla Milagrosa.
A ti me dirijo, a quién el Señor
ha colmado de infinitas gracias
desde el primer instante de tu purísima Concepción.
Reina soberana, que tan rica te hallas
de bienes y favores celestiales,
dígnate en favorecer a mi alma
haciéndome participe de los tesoros
de tu Concepción purísima.
Doy así mismo alabanzas y gracias
a la santísima Trinidad porque te concedió
tan sublimes dones; yo, que tantas faltas he cometido
y tan lleno de miserias me encuentro.
Dulcísima Madre mía, ¡Oh María,
templo y sagrario de la santísima Trinidad!
Dios te salve, siempre inmaculada Virgen,
Madre dulcísima de Jesús y mía:
Aliento del que desmaya,
Asilo de quien os busca,
Madre de quién os invoca,
Puerto del que naufraga.
Dios te salve, Virgen inmaculada
Ciudad donde Dios habita,
Cielo donde se ensalza,
Trono donde se sienta,
Nave donde se embarca.
Dios te salve, Virgen inmaculada María
Lámpara que siempre arde,
Vida a que a la muerte mata,
Tálamo en que descansa el divino esposo,
herido de amor eterno.
Dios te salve, Virgen inmaculada
y sean una y mil veces benditas
tus hermosísimas manos;
aquellas manos purísimas que acariciaron
y cuidadosamente sirvieron al Hijo de Dios,
hecho hombre por nuestra causa,
y que ahora en tu milagrosa medalla
desprenden hermosos rayos de luz,
para dar consuelo a las almas y salud a los cuerpos.
Sois toda hermosa, dulcísima Madre mía,
y en Vos no hay mácula personal ni original.
Virgen Santísima María, fuente de Vírgenes,
templo de virtudes, alegría nuestra,
escudo de salvación para la humanidad,
consoladora de necesitados y afligidos:
Ruega por que no nos abandone la salud,
que nunca escasee el trabajo, para que con su fruto,
podamos vivir dignamente,
que los campos sean fértiles y los hogares también,
que los hijos crezcan sanos y fuertes,
que en ellos haya amor y bendición,
y que en nosotros reine la paz, la concordia,
el amor, la tolerancia y la prosperidad.
Guárdanos de todo mal, desgracias y desastres,
más danos tu protección guarecidos bajo tu manto.
Señora de los Apóstoles, Mártires y Confesores,
Corona de las Vírgenes ayúdame también
en mi postrero día, cuando mi alma
salga de este mi cuerpo terrenal
y que vaya a gozar del Reino de los Cielos
donde pueda disfrutar de tu bello rostro,
y de tu eterna compañía, amada Madre mía.
Amén
templo y sagrario de la santísima Trinidad!
Dios te salve, siempre inmaculada Virgen,
Madre dulcísima de Jesús y mía:
Aliento del que desmaya,
Asilo de quien os busca,
Madre de quién os invoca,
Puerto del que naufraga.
Dios te salve, Virgen inmaculada
Ciudad donde Dios habita,
Cielo donde se ensalza,
Trono donde se sienta,
Nave donde se embarca.
Dios te salve, Virgen inmaculada María
Lámpara que siempre arde,
Vida a que a la muerte mata,
Tálamo en que descansa el divino esposo,
herido de amor eterno.
Dios te salve, Virgen inmaculada
y sean una y mil veces benditas
tus hermosísimas manos;
aquellas manos purísimas que acariciaron
y cuidadosamente sirvieron al Hijo de Dios,
hecho hombre por nuestra causa,
y que ahora en tu milagrosa medalla
desprenden hermosos rayos de luz,
para dar consuelo a las almas y salud a los cuerpos.
Sois toda hermosa, dulcísima Madre mía,
y en Vos no hay mácula personal ni original.
Virgen Santísima María, fuente de Vírgenes,
templo de virtudes, alegría nuestra,
escudo de salvación para la humanidad,
consoladora de necesitados y afligidos:
Ruega por que no nos abandone la salud,
que nunca escasee el trabajo, para que con su fruto,
podamos vivir dignamente,
que los campos sean fértiles y los hogares también,
que los hijos crezcan sanos y fuertes,
que en ellos haya amor y bendición,
y que en nosotros reine la paz, la concordia,
el amor, la tolerancia y la prosperidad.
Guárdanos de todo mal, desgracias y desastres,
más danos tu protección guarecidos bajo tu manto.
Señora de los Apóstoles, Mártires y Confesores,
Corona de las Vírgenes ayúdame también
en mi postrero día, cuando mi alma
salga de este mi cuerpo terrenal
y que vaya a gozar del Reino de los Cielos
donde pueda disfrutar de tu bello rostro,
y de tu eterna compañía, amada Madre mía.
Amén
¡La Medalla de la Inmaculada Concepción —popularmente conocida como la Medalla Milagrosa— fue diseñada según las indicaciones de la misma Santísima Virgen!
El 27 de noviembre de 1830 la Virgen Santísima se apareció a Santa Catalina Labouré, humilde religiosa vicentina, y se le apareció de esta manera: La Virgen venía vestida de blanco. Junto a Ella había un globo luciente sobre el cual estaba la cruz. Nuestra Señora abrió sus manos y de sus dedos fulgentes salieron rayos luminosos que descendieron hacia la tierra.
"Este globo que has visto es el mundo entero donde viven mis hijos. Estos rayos luminosos son las gracias y bendiciones que yo expando sobre todos aquellos que me invocan como Madre. Me siento tan contenta al poder ayudar a los hijos que me imploran protección. ¡Pero hay tantos que no me invocan jamás! Y muchos de estos rayos preciosos quedan perdidos, porque pocas veces me rezan".
Si además de tu oración quieres ofrendar una vela a la Virgen, su color puede ser celeste, rosa o blanco.
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