Oh, Padre mío celestial,
que lleno de bondad y misericordia
en tu infinito amor por tus amados hijos
elegiste un bendito ángel en el cielo,
para ponerlo a nuestro lado,
como nuestro guía y protector
durante nuestra estancia en la tierra
para que obtengamos su ayuda,
custodia y generosidad.
Bien sabes cuanto te agradezco
poder sentir esta presencia divina,
sobre todo en los momentos más difíciles
cuando me abate el desconsuelo,
y entonces presiento su presencia
y que me abraza con su hermosas alas
compartiendo mi tristeza,
escuchando mis penas en silencio
confortándome y aliviando mi dolor.
Acepta mi sincero agradecimiento
por tan gran bendición,
no puedo más que alabar tu nombre.
Y a ti, hermoso ángel mío,
santo, amoroso y bendito guardián,
que me proteges de peligros,
me guardas de mis enemigos
y me asesoras susurrando en mis oídos
cuando la duda me hace vacilar,
a ti, mi querido amigo,
te ruego que nunca me abandones,
que sigas velando por mi
haciéndome presentir y notar
tu poderosa y sana presencia.
Te amo con todo mi corazón,
mi querido ángel de la guarda,
por ser mi fiel guía y compañero,
por sostenerme antes de mis caídas
con todo tu amor y dedicación.
Vela por mi amado amigo
con toda la ternura de tu angelical corazón.
Procura mantenerme siempre
en el camino que conduce al cielo,
y no dejes de orar por mi
hasta que haya alcanzado mi destino final,
que no es otro que la salvación eterna.
Siempre te querré, alabándote y glorificándote
por todo el bien que me haces diariamente
cuidándome en cada paso que doy,
vigilando fielmente por mi persona,
fortaleciendo mis pensamientos
y evitando mis angustias y torpezas,
sin descuidarme ni un momento.
¡Oh siervo perfecto de Dios!
Quédate a mi lado,
ahora y siempre,
hasta el momento en que juntos
podamos compartir
la gloria de Nuestro Amado Padre y Señor.
Amén
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